Atacamos el mundo con la curiosidad obstinada de una niña de tres años pero con la diferencia, quizás, de que nuestros "por qué" son iracundos. Nuestro "por qué" demanda una razón. (…)
Nuestro "por qué" va en contra de lo que es y le pide a lo que es que se justifique a sí mismo. Al comienzo, al menos, nuestro "por qué" ataca a la identidad y pregunta por qué lo que es ha llegado a ser así.
“Al comienzo, al menos”, porque pronto nuestro por qué se enfrenta al mismo problema que encuentra cualquiera que intenta satisfacer la curiosidad de una niña de tres años: el regreso al infinito.
El problema del regreso al infinito reside en el corazón del pensamiento identitario. Es un problema inherente a la identidad. En un mundo compuesto por identidades particulares, ¿qué nos permite conceptualizarlas? Como hemos visto, la respuesta reside en la clasificación, en el agrupar las identidades particulares en clases. El problema está en que los conceptos clasificatorios son arbitrarios a menos que puedan ser validados por un discurso de tercer orden y éste, a su vez, por otro de cuarto orden, etc; por lo que, potencialmente, en la fundamentacion teórica existe un regreso al infinito.
Resulta irónico que el pensamiento identitario, tan cimentado en la perspectiva del sentido común que sostiene que, por supuesto, x es x (como algo definitivamente verdadero), es incapaz de darse a sí mismo una base firme. Una y otra vez, contra la imposibilidad de brindar tales fundamentos firmes, han surgido intentos de mostrar que un sistema de clasificación puede tener una base racional.
La búsqueda de una fundamentación racional para el pensamiento identitario conduce, inevitablemente, a algo dado irracional, a una cosa en sí que no puede ser explicada (…)
El resultado es, por supuesto, que, en general, el pensamiento identitario ha preferido no preocuparse por la racionalidad de su propio fundamento, dedicándose en cambio a incrementar la “exactitud” de sus propias disciplinas fragmentadas. “ (…)
Toda ciencia especial obtiene su ‘exactitud’ precisamente de esa fuente. La ciencia especializada deja en sí el sustrato material que le subyace en última instancia, lo deja en intacta irracionalidad ( ‘improducido’, ‘dado’), con el objeto de poder operar sin obstáculos en el mundo así producido, cerrado y metódicamente puro, con categorías del entendimiento que son problemáticas en su aplicación, porque se aplican a una materia ‘inteligible’, y no al sustrato material real (ni siquiera el de la ciencia especial)”
Éste es el problema que revela nuestro por qué. Ante nuestro por qué, la identidad siempre intenta limitar el daño, recuperar, dar vuelta el interrogante en su propio beneficio, encerrar el ataque dentro de un marco identitario. Todos estamos familiarizados con esto. (…)
A menudo aceptamos estos límites, aceptamos que la lucha implícita en nuestro por qué tiene límites. Peleamos por mejores condiciones dentro de la universidad pero no cuestionamos la existencia de esa institución. Peleamos por mejores condiciones de vivienda pero no necesariamente cuestionamos la existencia de la propiedad privada, algo tan fundamental para las condiciones de vivienda. Nuestra lucha tiene lugar dentro de un marco aceptado de que así-son-las-cosas. Sabemos que este marco limita o invalida parcialmente cualquier cosa que pudiéramos alcanzar, pero lo aceptamos a fin de obtener resultados concretos.
Aceptamos los límites de la identidad y, contradictoriamente, al hacerlo así los reforzamos.
Pero supongamos que no aceptamos esos límites. Supongamos que persistimos en nuestro por qué de la misma manera en que lo hace una obstinada niña de tres años.
Una solución al problema del regreso al infinito aparece sólo cuando el ser se reconvierte en hacer. (…)
La única respuesta que puede sacarnos del círculo de la identidad es la que señala a una creadora o un creador que cambia, que se crea a sí mismo en el proceso de creación. (…)
Nuestro hacer se convierte en el centro de toda comprensión (…)
John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Universidad Autónoma de Puebla, Colección Herramienta, 2002, Buenos Aires. (cap.6: Anti-fetichismo y crítica)
Texto aportado por Ana Ufor motivado por "La Ciudad Genérica", cuya continuación será publicada en breve...
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