“(…) Cuando entramos en el río salvaje que formaba el estuario –despues supe que eran muchos- navegábamos unas leguas alborotando las cotorras que anidaban en las barrancas de tierra roja, despabilando un poco el grumo lento de los caimanes en las orillas pantanosas. Es un olor a origen, a formación húmeda y trabajosa, a crecimiento. (…) Casi nos parecía ver la vida rehaciéndose del musgo en putrefacción…
El agua es una masa voluminosa y a la vez, puro fluido de energía que recorre esa geografía, el delta, que no es un grafo inmutable sino un ser viviente, orgánico, que nunca se queda quieto. Pura materia viva construyendo este territorio indomable, una región que condiciona intrínsecamente su habitabilidad, su náutica, su organización tanto territorial como social.
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