En
relación al programa que estamos desarrollando en el suelo de Azul, y la
metáfora plantada con los términos cultivo, cultura y culto. Reveamos las obras
de tres experiencias latinoamericanas de los años 60 y 70 que fueron y son de
gran influencia a la hora de pensar una Arquicultura.
Propuestas
que mezclan el sitio con la enseñanza, el trabajo, las artes y la vivienda.
Similar a lo que estamos trabajando en Azul
La idea
de edificio surcado como la tierra para cultivo, reconoce un cruce de fuerzas: desde
las tensiones, las escalas, acciones, actividades de lo específico y local
(escuela agraria en Azul) a lo general y
abarcante que significa la educación en un ámbito de periferia, donde el “lote” urbano y todo su
contenido se diluyen.
Podemos
decir que estas experiencias contienen un ideario que abrazan una cultura
determinada, que proponen un arraigo con el lugar…, que se cultivan…, que echan
raíces, que andan como el paisano, a través de su paisaje.
En la comunidad tierra (Claudio Caveri.) con su técnica particular del ferrocemento moldeado a mano, la importancia del arraigo podría explicarse con la siguiente frase de Simone Weil:
“echar
raíces quizás sea la necesidad más importante del alma humana. Es una de las
más difíciles de definir. Un ser humano tiene una raíz en virtud de su
participación real, activa y natural en la existencia de una colectividad que
conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro.
Participación natural, esto es inducida automáticamente por el lugar, el
nacimiento, la profesión, el entorno.”
(Propongo reemplazar el término humano por el término propuesta, proyecto, edificio, etc. Y buscar su arraigo)
Desde
chile, en Ciudad Abierta, Amereida (Cruz, Lommi.) proponen con la liviandad de
la madera que seduce al viento y la masa
del ladrillo como pliegues de cordillera, una arquitectura pensada como:
“Extensión
orientada que da cabida a los actos y oficios humanos, para que estos
resplandezcan como en fiesta”.
Provocadora
propuesta para trabajar en torno a la huerta, el tambo y los distintos usos de
trabajo de la escuela agraria,
Al
pensarla como una extensión, la escuela
agraria trasciende el concepto de protección del clima, como envolvente
protector.
En términos edilicios es sugerente pensar la escuela como en una situación incompleta, la cual necesita
para unificarse en un todo integrado su complemento exterior, pasando de una
envolvente, a un espacio que envuelve y desenvuelve el interior con el exterior.
En la Escuela Nacional
de Artes Plásticas de La Habana
(Ricardo Porro.) el proyecto utiliza una técnica inusual en Cuba para las cúpulas de ladrillo, la sensualidad del lenguaje lleno de
erotismo, inspirado en los órganos reproductores femeninos, con un
reconocimiento al carácter mestizo: se mezclan elementos de África y Europa, la
exuberancia de la naturaleza, el color, y el misterio de descubrir la
arquitectura mientras se recorre.
Se
puede pensar en relación a la tierra, como fértil dadora de vida, los distintos
usos que el programa contiene, y cruzarlos con la verticalidad planteada por
Salamone.
En los
tres ejemplos hay un defensa al discurso de identidad. Pero una identidad que
apunta al reconocimiento de una “espacialidad”, un descubrimiento o
interpretación del sitio-programa.
Más allá de la fuerte impronta del lenguaje
formal de estas escuelas, lo importante es que proponen un reconocimiento del
edificio- paisaje en su totalidad integrada, a través de: la extensión que da cabida,
el arraigo de “echar raíces”, la fertilidad de la tierra como pacha- mama y no
la de paisaje en el sentido de lo que acompaña como adorno o intervención.
Buscar
con cada mirada personal, los surcos donde se entierran cada uno de proyectos, cuáles son sus
metáforas y los símbolos que acompañan las ideas, me parece una buena guía para alimentar el camino hacia la concreción,
y encontrar en cada caso la tectónica pertinente.
Diego
3 comments:
Capo Diego.
siiiiiiiii un grosso !!!!!!!!!!
gracias por tanto materiale!!!
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