La propuesta de Romina es consecuente con la idea general que la antecede. Es una propuesta modeladora del sitio planteandose como referencia urbana y del borde de Victoria, sin grandilocuencia, pero con la contundencia que genera la idea de una única cubierta originalmente simple, sugerida casi naciendo del suelo, que se va complejizando y contorneandose para calibrar y calificar diferentes espacios interiores y exteriores, medidas y gestos.
La propuesta se posa sobre el espigón existente jugando con la dualidad que sugiere un edificio navegando entre dos aguas, una calma y dominada (la caleta) y otra sin domesticar, dando respuesta a esas dos caras, animandose y proponiendo intervenir sobre el borde menos urbanizado dandole un nuevo caracter al espigón y un nuevo sentido de recorrido. Entendiendo que también la gracia y el acierto de un edificio con su paisaje pasa por proponer un recorrido correctamente tensionado por los usos donde estos y el programa juegan al servicio de la idea moldeando los espacios y dandole las medidas propias de sus necesidades, donde toman el valor de ser articuladores y calibre de los espacios vitales de un edificioy no como meros contenederos de usos a resolver sin estar al servicio de un pensamiento, es una exactitud que no está dada por la medida sino por el juego y la proporción de los elementos.
En este punto se aborda a la estación fluvial desde el recorrido que genera un semicubierto desde el origen de la cubierta cobijado por el edificio y la estructura y que colaboran en lograr una escala apropiada a un edificio institucional sin suponer que todo pertence a espacios cubiertos sin lugares articuladores entre el espacio urbano y el edificio. No hay duda ni especulación para acceder el edificio en su centro previo a recorrerlo y relacionarlo con el muelle casi como un paseo que lo antecede donde la virtud pasa por reconocer no solo un ingreso sino un nuevo paisaje.
En relación a este trabajo en particular y del taller en general me interesa transcribir un artículo de Adolf Loos y un comentario de un crítico de Arquitectura, José Quetglas.
" El maestro cantero está petrificado-dice Loos- ve y siente el mundo a través de unos ojos fitrados desde la piedra, es incapaz de fantasear al margen de lo que en la piedra hay y de lo que la piedra puede dar. "Piénsese. El hombre ha trabajado desde la los catorce años, doce horas en el gremio. No es maravilla que vea al mundo diferente a l pintor. Cuando toda una parte de su vida se pasa trabajando solo en la piedra, se empieza a penasar petreamente. El hombre tiene un ojo pétreo, que convierte a las cosas en piedra. Al hombre se le ha vuelto una mano de piedra. Bajos su mirada, bajo su mano la hoja de acanto y la de parra tienen otra apariencia que bajo la mirada y la mano del platero. Pués este lo ve todo de metal."
La pregunta ahora es: ¿ y como lo vé el arquitecto?
Creo que esta pregunta está atravesada y dando respuesta en el trabajo de Romina ya que esa mirada sin preconceptos moldeada por ese ojo y esa acción enmarcada en un sitio y sus circunstancias hace a una forma de pensar, proceder y de imaginar, donde está imaginación no puede estar desvinculado del lenguaje, de la materialidad, de la estructura, donde la arquitectura no sean objetos construidos sino un modo de imaginar.
Favio Teti
1 comment:
siempre las mismas estrellitas brillan por acá eh, abuuuurre
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